Lo decidió: volvería
Añoraba tanto las imágenes de su infancia.
Lo decidió, volvería a eso, volvería a sus recuerdos.
El presente ya no tenía sentido, era opaco, color caca.
En cambio los colores de sus recuerdos eran vívidos y brillantes, las imágenes eran en super-ultra-alta definición.
El presente también olía a excremento, no como los olores a churrasco de sus recuerdos, o el aroma de la fábrica de Jabón Federal cuando asaba el cebo, hasta eso olía bien, en comparación con este aroma fétido de hoy en día.
Entrecerró los ojos, lo suficiente para distorsionar la realidad.
Veía la luz atravesando sus pestañas.
Comenzó a tararear una melodía improvisada, sabiendo que sus recuerdos lo guiarían.
Y ahí quedó, sentado en el primer asiento del colectivo.
El chofer, al llegar a la terminal, intentó, en vano, despertarlo.
Nadie se animó a hacerlo.
Hoy, al tomar el interno 28 de la línea 103 se lo puede ver, sonriente, sentado en el primer asiento.
La gente es muy respetuosa y lo dejan tranquilo.
Añoraba tanto las imágenes de su infancia.
Lo decidió, volvería a eso, volvería a sus recuerdos.
El presente ya no tenía sentido, era opaco, color caca.
En cambio los colores de sus recuerdos eran vívidos y brillantes, las imágenes eran en super-ultra-alta definición.
El presente también olía a excremento, no como los olores a churrasco de sus recuerdos, o el aroma de la fábrica de Jabón Federal cuando asaba el cebo, hasta eso olía bien, en comparación con este aroma fétido de hoy en día.
Entrecerró los ojos, lo suficiente para distorsionar la realidad.
Veía la luz atravesando sus pestañas.
Comenzó a tararear una melodía improvisada, sabiendo que sus recuerdos lo guiarían.
Y ahí quedó, sentado en el primer asiento del colectivo.
El chofer, al llegar a la terminal, intentó, en vano, despertarlo.
Nadie se animó a hacerlo.
Hoy, al tomar el interno 28 de la línea 103 se lo puede ver, sonriente, sentado en el primer asiento.
La gente es muy respetuosa y lo dejan tranquilo.
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